En verdad no tenía idea de cuál deporte iba a ver esa tarde. Compramos boletos para varias personas y lo importante era disfrutar con la familia y los amigos. Nos llevamos nuestras tortas ahogadas al estilo Jalisco e hicimos picnic antes del partido.
Una vez dentro del Gimnasio ocupamos nuestros lugares con el tiempo justo para conversar unos instantes. Por el altavoz alguien anunció, en inglés y español, que estaba a punto de comenzar el juego de Golbol. De inmediato se le sugirió al público seguir las reglas de este deporte, cuya participación de los fanáticos es muy diferente a la de muchos deportes tradicionales.
Alrededor de la cancha se encontraban varios jóvenes portando carteles que por una cara pedían hacer silencio y por la otra solicitaban aplaudir. Algo así como “ahora ríanse y después lloren o viceversa”. De hecho, el ensayo improvisado fue todo un éxito. Los asistentes colaboraron sin ninguna presión.
Al comenzar el juego se enfrentaron dos equipos femeninos que debían evitar la entrada de la pelota a las respectivas porterías. Las deportistas eran personas con algún grado de discapacidad visual y portaban una especie de antifaz o lentes oscuros para garantizar iguales condiciones a todas las competidoras.
El procedimiento básico resulta sencillo –claro para el espectador-. Mientras un equipo ataca intentando anotar puntos, las tres personas del equipo contrario protegen su espacio frente a la portería; por lo general, se lanzan al piso formando una muralla grupal para impedir el gol y asegurar el balón con sus manos. Únicamente en ese instante se interrumpe el sonido de cascabeles que proviene del interior del balón.
Durante el partido, rara vez se rompieron las normas de comportamiento por parte del público, si acaso solo los gritos de otros deportistas en apoyo a su equipo y el llanto de algún niño pequeño, violaron la atmósfera buñuelesca creada en el lugar.
Después de 90 minutos se supo quién era el ganador. Los vencedores disfrutaron al máximo su proeza; el público, sobre todo el novato, aprendió disciplina como espectador y recargó energías con el ejemplo de perseverancia derrochada por las competidoras.
Texto y fotos: LAPC